¿Flu-ctuaciones delictivas? Los posibles efectos del COVID-19 en la criminalidad

Pedro Campoy Torrente. Universidad de Extremadura

“El miedo atrae al temeroso, al fuerte, al débil, al inocente, al corrupto. El miedo, el miedo es mi aliado”. Eso nos enseñó Darth Maul en la Amenaza Fantasma. Y, en general, la sociedad española, en estos momentos, parece tener miedo de la amenaza, real, del COVID-19. La pregunta es si esta amenaza también provoca perturbaciones en el delito.

El sentido común, pero también algo de evidencia, nos lleva a pensar que la amenaza fantasma (disuasión general del derecho penal) no disuade lo que debería y que la amenaza real tradicional (policía y otras formas de control social formal) no detecta por organización, más que por capacidad. Pero, ¿qué pasa con esta amenaza pandémica? ¿Disminuye el delito? ¿Aumenta? ¿Ambas a la vez?

Reflexiones preliminares

Algunas personas criminólogas han apuntado un descenso de la delincuencia “tradicional” basándose en las actividades cotidianas (por ejemplo, Joel Caplan, Raquel Sastre, Patricio Estévez o Asier Moneva). No sólo en términos de eliminación, sino también de posibles desplazamientos (que como sabemos también conlleva cierta desaparición del delito desplazado).

También, César San Juan apunta a un esperable aumento de algunas formas de violencia intrafamiliar debido a las medidas de confinamiento para evitar la crecida descontrolada de los contagios, lo que concuerda con Enarson (1999).

En el ámbito no presencial, se esperan aumentos de la ciberdelincuencia, como, por ejemplo, también basándonos en las actividades cotidianas y las oportunidades, nos comentan Buil-Gil y colegas.

Is this the real world?

Debemos plantearnos, no obstante, si tales reflexiones se ajustan a la realidad actual. Planteo tres cuestiones a las que prestar atención para poder responder que ni sí, ni no, sino todo lo contrario en el delito producido en el medio físico construido:

  1. Dónde está el control social informal;
  2. Qué pasa con la especificidad de la toma de decisiones, y;
  3. Cuáles son los datos con los que podemos contar.

En primer lugar, durante los primeros seis días de confinamiento se produjo una disminución del 50% de los delitos. En algunas modalidades, se aventura que tal reducción fue de hasta un 80%. Estos datos se refieren a delitos conocidos por la policía.

A falta de datos, por el momento podemos intentar conocer si ha habido alguna otra situación “similar” desde la que poder realizar algún tipo de osada predicción. Los únicos datos más o menos fiables proceden de Estados Unidos en relación con lo sucedido durante el Huracán Katrina[i]. Dichos datos indican un descenso de los delitos durante el desastre y un rebote ascendente tras el mismo, para todos los tipos de delincuencia, pero especialmente en la interpersonal, aunque para la delincuencia contra la propiedad existen ciertos desacuerdos (Quarantelli y Frailing, 2007). Tal situación no es directamente comparable a la crisis actual, pero la comparativa puede aportar datos orientativos.

La explicación “corta” tiene que ver con la aplicación de la teoría de las Actividades Cotidianas (detallada más abajo), pero considero necesario contemplar algunas particularidades.

En segundo lugar, creo necesario indicar que es posible que existan variaciones en función del estadio de la catástrofe en la que nos encontramos. De acuerdo con Mileti (1975), los estadios de las catástrofes se corresponden con la mitigación, la preparación, la emergencia y la reconstrucción.

Según informaciones periodísticas, pero también con la evidencia del Katrina en mente, durante las dos primeras fases los índices delictivos se han mantenido estables, cayendo durante la fase de emergencia que acabamos de empezar y recuperando (o superando) las tasas “normales” desde la fase de reconstrucción en adelante.

En relación con la fase en la que nos encontramos, de emergencia, y de acuerdo con la teoría de las Actividades Cotidianas, la ausencia de objetivos, unido a que se dan condiciones de patrullajes intensivos y por saturación para obligar al cumplimiento de las medidas contempladas por el estado de alarma, debería producir descensos de la delincuencia en general.

En términos de delincuencia intrafamiliar, dos son las cuestiones que podrían producir un descenso durante esta fase: el aumento del control social informal (debido a las condiciones de confinamiento en los domicilios, que aumentaría la detección de conflictos y las posibilidades de intervención) pero también, siguiendo a Reckless (1961), un aumento de los amortiguadores sociales, que vendrían a reconducir el comportamiento violento en los agresores, tales como el reforzamiento de las normas sociales en este momento o las expectativas en el plano social (conducta deseada) que los individuos perciben. El sentido de la responsabilidad o el ego de estas personas (en términos de deseabilidad social) podría también explicar que se produjera un descenso. Pero esto, creo, durará poco: hasta que el aumento de la tensión rompa los controles (para una síntesis, Conklin, 2012).

Por otra parte, también debemos tener en cuenta que la toma de decisiones es específica para cada tipo de delito y depende del tipo de delincuente, así como de los moderadores conductuales presentes (Leclerc y Wortley, 2014). Ello nos lleva a la última cuestión: las cifras. Los datos que se suelen ofrecer son agregados, atendiendo a los tipos, pero no a las formas. Incluso fenomenológicamente, cada tipo delictivo engloba diferencias sustanciales en términos de comportamiento (Leclerc y Wortley, 2014). Por tanto, es plausible que las medidas de delitos que utilizamos en nuestro país no tengan en cuenta las modalidades de la delincuencia, sino únicamente su tipología. Y aquí estamos perdiendo información importante de cara a escenarios futuros. Especialmente, en modalidades delictivas de baja prevalencia pero altísima incidencia (por ejemplo, agresiones sexuales).

¿Qué cabe esperar?

Cabe esperar que el delito aumente a medida que pasen los días, aumente la tensión, y nos acerquemos a la fase de “reconstrucción”. Una primera hipótesis es que el aumento de la tensión, debido al confinamiento y a la convivencia intensiva, produzca aumentos de violencia interpersonal en el ámbito de la familia. Sin embargo, no podemos perder de vista que, ante la expectativa de mejora de la situación, las personas relajen sus controles internos y, por tanto, tomen decisiones sesgadas debido a las expectativas del final de estas medidas, arriesgándose más, etc. Todo ello, hasta que lleguemos a los índices basales de los que partimos antes de esta situación o, aún peor, hasta que los superemos.

El Centro Crímina de la Universidad Miguel Hernández tratará esta cuestión en tres webinars con colegas expertas/os en la materia. Es el momento de aprender de ellas y ellos y, especialmente, de repensar cómo podemos aportar al Estado mecanismos de detección y medición de la delincuencia más adecuados que los que tradicionalmente estamos usando.

Así las cosas, “el miedo atrae al temeroso, al fuerte, al débil, al inocente, al corrupto. El miedo, el miedo es mi aliado”. Pero el miedo se pasa.

Referencias

Conklin, J. E. (2012). Criminology (11th Edition). Nueva Jersey: Prentice Hall.

Enarson, E. (1999). Violence against women in disasters. A study of domestic violence programs in the United States and Canada. Violence Against Women, 5(7), 742-768. DOI: 10.1177/10778019922181464

Leclerc, B. y Wortley, R. (2014). Cognition and crime: Offender decision making and script analyses. Londres: Routledge.

Mileti, D. S. (1975). Disaster relief and rehabilitation in the United States: A research assessment. Colorado: Institute of Behavioral Science, Universidad de Colorado.

Quarantelli, E. L. y Frailing, K. (2007). Looting after a disaster: A myth or reality? Natural Hazards Observer. 31(4), 1-4.

Reckless, W. C. (1961). A new theory of delinquency and crime. Federal Probation, 25, 42-46.

[i] Como ejemplo: Brezina, T. y Kauffman, J. M. (2008). What really happened in New Orleans? Estimating the threat of violence during the hurricane Katrina disaster. Justice Quarterly, 25(4), 701-722, o; Leitner, M., Barnett, M., Kent, J. y Barnett, T. (2011). The impact of hurricane Katrina on reported crimes in Louisiana: A spatial and temporal analysis. The Professional Geographer, 63(2), 244-261, entre otros.

Autor: seicdifusion

Perfil responsable del diseño y actualización de la página web.

5 opiniones en “¿Flu-ctuaciones delictivas? Los posibles efectos del COVID-19 en la criminalidad”

  1. Buenos días,
    En Palma hasta el día de la fecha no ha habido ningún repunte de la delincuencia, ni violencia de género, es de esperar desgraciadamente que aumente la violencia de género, la intrafamiliar, es un tema a analizar y ver los resultados, en relación a las infracciones administrativas por infracción al estado de alarma están disminuyendo, tema importante a considerar para analizar el comportamiento ciudadano como infractor administrativo.

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  2. Buenos días,
    Aunque el foco se está dirigiendo hacia la violencia en el ámbito familiar, creo que sería interesante observar la evolución de los delitos contra la propiedad dirigidos hacia comercios, sobre todo de hostelería, y otras instalaciones comerciales, tales como naves industriales, talleres, etc., situadas en polígonos y zonas industriales, donde la vigilancia es menor en estos momentos.

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    1. Javier, en Palma de momento no tenemos ningún incremento de hurtos en centros comerciales, he estado en contacto con sus responsables de seguridad así me lo comentan, el número de denuncias ante la Policía Local ha disminuido, creo que los controles de acceso restringido a los locales comerciales ha sido un efecto disuasorio así como el despliegue, controles en la vía pública por parte del Cuerpo Nacional de Policía y Policía Local, que estamos muy coordinados entre nosotros

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  3. Articulo muy interesante. He visto algo muy parecido en el Reino Unido (y digo «he visto» porque no he llegado a hacer un analisis experimental)

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